Miedo (Cuento de miedo)

Miedo
Había alguien en la habitación, a sus espaldas. Pedrito tomó lentamente el borde de la frazada apenas
asomando un dedo y con cuidado se cubrió hasta la cabeza. Hubiera querido llamar a su mamá, pero el miedo no se lo permitía. La habitación estaba a oscuras y la puerta estaba cerrada, por lo que sabía que no era su mamá, que a veces entraba y lo arropaba. Tenía la sensación de que alguien estaba cerca, había un leve movimiento del aire y se escuchaba como si alguien arrastrara los pies, muy levemente, como para no despertarlo, como a veces hacía su abuelo cuando se levantaba en medio de la noche. Pedrito estaba aterrado, inmóvil. Casi podía sentir su corazón, que estaba a punto de explotar, como cuando el profesor Wilfredo los hacía dar 10 vueltas a la cancha de fútbol. Mantuvo los ojos cerrados, no quería saber. También intentaba no respirar, no dar muestras de vida, él no estaba allí, no podrían matarlo. Porque mil ideas pasaban por su cabeza, por ejemplo que un asesino se había escondido en la casa, en su dormitorio, y ahora mataría a Pedro y a su mamá. Tenía que avisarles, pero no podía. Si se incorporaba rápidamente tendría que verlo cara a cara y tampoco quería eso, porque tal vez no fuera un asesino, sino un… no, no quería pensar en la palabra. Solo se quedó allí, inmóvil, incapaz de hacer nada. Pasaron varios minutos que Pedro sintió como si fueran horas y cuando ya no oía nada y dejó de sentir esa sensación de que alguien lo observaba, su corazón empezó a calmarse y su respiración se normalizó. Estaba cansado, nunca acostumbraba dormirse tan tarde, de modo que al poco rato se quedó dormido.  La mañana siguiente había sol, asistió al colegio, jugó con sus amigos y no recordó nada de su miedo nocturno. Solo lo recordó durante un instante cuando llegó la hora de dormir y se acostó. Se rió de sí mismo por haber tenido miedo y decidió ver un poco de televisión, como siempre lo hacía si su mamá lo dejaba. Pasó los canales buscando alguna película de las que le gustaban, había fútbol, noticias, documental, para mujeres, canal de religión, una de amor, una de guerra, serie policial, una de terror (con un primer plano de los muertos vivos), y una serie que le gustaba. Mientras miraba la televisión y se concentraba en la pantalla, su habitación estaba suavemente iluminada solo por la luz del aparato. Las sombras causadas por la imagen se movían por las paredes, el cuadro del abuelo parecía cobrar vida en la pared de enfrente, en la penumbra. Sin embargo Pedrito evitaba mirarlo directamente, porque los ojos del abuelo parecían fijos en él, desde detrás del televisor.  Pensar en eso lo puso nervioso, el gesto serio del abuelo en el cuadro sumado a su mirada fija lo hicieron cerrar los ojos y buscar con la mano derecha la lámpara de su mesita de noche. Encendió la luz, las sombras desaparecieron y se sintió más tranquilo. Al rato su mamá le dijo desde su habitación que apagara la luz y el televisor y se durmiera, que ya era tarde.
Pedrito obedeció, se tapó con la frazada y se dio vuelta hacia la pared, como intentando no ver los oscuro de su habitación. Cerró los ojos y como en un destello de luz, la imagen del abuelo mirándolo fijamente se apareció en su mente. Abrió los ojos. Oscuridad y la pared frente a él. Se estuvo quieto y escuchó. Nada. Quería engañarse a sí mismo pensando que pretendía escuchar los ruidos de la calle, pero sabía que en realidad esperaba no escuchar nada en su habitación. No, no se escuchaba nada. Él era Pedro, el jefe de sus compañeros, el líder, el que iba al frente siempre. No, no tenía miedo. Se tapó con la frazada hasta la cabeza y se apretó los oídos con los dedos, fuerte, para no escuchar. Al rato le dolieron los oídos y los dedos, y así no podría dormir. Estaba cansado, los ojos le pesaban y se dormía, lentamente se deslizaba hacia la oscuridad del sueño, caía, caía… como a un abismo sin fondo, hacia la oscuridad, hacia la nada…de pronto su cama se estremeció, como si alguien la hubiese sacudido. Pedrito pegó un grito - ¡Máaa! y se quedó debajo de las frazadas, esperando. Su mamá llegó corriendo, en pijamas, y encendió la luz - ¿Qué pasa Pedrito? – Pedro se sintió mejor al ver a su mamá y le dio vergüenza haber gritado. Acababa de comportarse como un niño, y él ya no lo era: tenía 12 años. – Nada, má, me parece que estaba soñando, tuve una pesadilla. - ¿Ves?, ya te dije que no veas esas películas de terror. Ahora, a dormir, que mañana tienes que ir a la escuela temprano. -  Su mamá apagó la luz y se retiró a su habitación. Pedro estiró la mano y encendió la luz de su mesita de noche. El abuelo lo miraba desde el cuadro, serio y fijamente. Pedro entonces juntó valor, se levantó, fue hasta el cuadro, lo descolgó y lo dejó en el suelo, en una esquina de la habitación, mirando hacia a la pared. Se volvió a acostar y se sintió mejor.  Apagó la luz. Pensó en lo que había pasado: seguramente tuvo la pesadilla en la que soñaba que caía hasta llegar al fondo de un abismo, y él mismo había saltado en la cama y la había movido. Igualmente se dio vuelta hacia la pared y volvió a cubrirse hasta la cabeza con las frazadas, dejando apenas un espacio para respirar. No se escuchaba nada del exterior, el mundo parecía haberse detenido, y él estaba muy cansado. Dejó los ojos cerrados y sintió la pesadez del sueño que llegaba. El calor de la cama lo abrigaba, el silencio total y la oscuridad lo ayudaban a conciliar el sueño, no quería despertar, solo quería dormir, ya no tenía fuerzas para nada, por eso no se movió cuando escuchó los pasos que se arrastraban, tenues, hacia él, y una mano rugosa y fría le acarició la frente.
J.B.

Sobre el autor

Christopher Munro

Blogero

Escribo con libertad sobre lo que me gusta, y lo que no me gusta. Soy un señor mayor, argentino, y mi nombre verdadero no es Christopher Munro. Dicho esto, gracias por tu visita.

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